martes, 14 de agosto de 2012

el niño y el agua

[..] el agua mojó la arena. Sentado quizás así ahora prende en vida el juego infantil. Toca la arena. Se hace trizas. Es hermosa y dolorosa. Le causará dolor. Pero el niño no suspende su juego de vida y crea. Crea, en la arena, que está húmeda, la más maravillosa belleza que se compondrá. Y será libre, él y otros tantos. Toca la arena. La amolda. La mece en sus manos y forma un pequeño cuerpo. Un cuerpo que ni llega a ser cuerpo. Es un concepto, una interpretación. De la belleza cruel e impúdica. Personifica lo que él cree de sí mismo. Se sabe absoluto pero ahí está, sentado, jugando con arena. El personaje reposa. Él se sienta a ver su obra, la contempla. Vuelve al sol y se tapa con sus pequeñas manos que aún no controla. Mira asolado. Las olas rompen en la orilla. Lo llaman de lejos. El niño voltea con torpeza. Mirá sorprendido. Lo están llamando. Se para. Toma su mano y se va. Lejos. Nunca más se vuelve a ver a su obra. Que ahora sola, atemporada, reposa a orillas de las olas. El sol abraza. El pequeño cuerpo pestañea.

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